viernes, 28 de marzo de 2014

Mensaje en una botella para mi suegra


Turismodevino.com ha convocado el  concurso de relato breve "Mensaje en una botella para mi suegra". Debido a lo atractivo de la temática, he sido incapaz de resistirme a participar. El primer párrafo no es mío, es un fragmento que se debe incluir en el relato para poder concursar.


MENSAJE EN UNA BOTELLA PARA MI SUEGRA

Estaba deleitándome con un vino de Navarra cuando sonó el teléfono. Me pasó el inalámbrico y me dijo: es mi madre. Dice que ha encontrado una botella con un mensaje tuyo…

-No me extraña -le contesté a mi marido-. Lo escribí sabiendo que llegaría hasta ella, pues no creo que haya botella de vino en Navarra que no haya pasado por sus manos.

Él se limitó a encender el altavoz del teléfono. Mi suegra, por enésima vez, recitaba mi mensaje:

Querida suegra:

No es ningún secreto que hemos tenido nuestros roces y que en determinados momentos la convivencia ha resultado un tanto complicada. He escrito las siguientes líneas con la esperanza de poder explicar de forma coherente mi actuación durante los pasados días.

El pasado lunes apareciste por casa sin avisar, como suele ser costumbre, y me estremecí cuando a mis oídos llegó tu inacabable letanía: “yo, yo, yo...”

Intenté huir discretamente, pero a gritos, exigiste mi presencia, ya que lo que ibas a contar era “muy divertido”. El repetitivo discurso con el que nos deleitaste, plagado de obviedades y detalles absurdos, por poco me deja en estado vegetativo.

A las pocas horas, cambiaste de tema y pasaste a criticar las nuevas cortinas del salón, acompañando tus comentarios con aspavientos. Tampoco resultaron de tu agrado el vestido que llevaba puesto ni la cena que preparé.

Tras tu partida, debido a tu olor corporal, tuve que dejar las ventanas abiertas para que el aire de casa volviera a ser respirable. Como era una noche fría, los niños se constiparon.

En ese momento, deseé fervientemente que un dios salvaje enviara un rayo destructor que arrasara el planeta, pero mis plegarias no fueron escuchadas.

No soy la única a la que sacas de quicio: tu marido se ha prendido fuego varias veces y tu vecindario atesora una tasa de suicidios anormalmente alta.

Por esas y otras razones, te lancé al mar atada a una piedra, pero los peces, horrorizados, te empujaron a la tierra; te disparé y las balas te esquivaron; te envenené y las toxinas huyeron por tus poros; te encerré en una celda y los barrotes se fugaron.

No puedo más, me siento derrotada; para mí ya no hay salvación, pero, al menos, ten piedad de tus nietos.

Fdo: tu nuera.

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